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Montjuïc y Fuentes Mágicas

Montjuïc y Fuentes Mágicas

Montjuic ha sido un lugar especial –incluso mágico– para todas las civilizaciones que han vivido en Barcelona. Además de proporcionar una vista magnífica tanto al mar como a los terrenos circundantes, las primeras civilizaciones también se beneficiaron de la riqueza natural de Montjuïc. La piedra de la montaña sirvió para levantar la ciudad romana de Barcino y, más adelante, parte de la ciudad medieval y la iglesia de Santa María del Mar. Es en ese período que se bautiza el recinto como Monte Judío (Montjuïc en catalán medieval), al ser un terreno de los judíos sefardíes de Barcelona.

No obstante, la imagen que tenemos de Montjuïc no es medieval sino que se remonta a principios del siglo XX. Montjuïc experimentó un cambio radical de imagen durante la Exposición Universal de 1929. El desarrollo industrial y el enriquecimiento de la burguesía propulsó a Catalunya, especialmente a Barcelona y sus alrededores, dando lugar a fenómenos sociales, culturales y políticos al más puro nivel europeo. Muestra de esta modernización del país fue el éxito de la Exposición Universal de 1888, en la que participaron más de 22 países. Son fruto de esta edición el Zoo de Barcelona, el Arco del Triunfo, la estatua de Colón y el Parque de la Ciutadella.

El contexto de la Exposición Internacional de 1929 es mucho más complejo e interesante, como atestigua la propia arquitectura y huellas de la exposición. Aunque esta edición se gestó desde 1905, la Primera Guerra Mundial y la dictadura en España de Primo de Rivera (1918-1930) impidió que se produjera antes del 29. El marco de esa edición recogía el fenómeno de la Mancomunitat que fue la primera agrupación política y territorial de Cataluña y que se constituyó como enclave industrial y cultural.

Montjuïc vivió, pues, una de sus mejores etapas cuando fruto de la ilusión se empezó a construir un complejo urbanístico sin parangón. En 1911 Puig i Cadafalch, uno de los arquitectos más relevantes de la época, termina la fábrica Casaramona, a la que se unieron la Plaça d’Espanya, los palacios feriales y, coronando; el Palacio Nacional (actualmente museo de arte nacional catalán).

La huella de la Exposición es paradigmática de este período, pues no sólo se pueden ver joyas del Noucentisme y neo-romanticismo catalán, sino que la modernidad también tenía un lugar preponderante. De ese mismo año fecha el Pabellón de Mies Van der Rohe o las Fuente Mágica.

La Fuente Mágica es el resultado de una ingeniería vanguardista y del desarrollo eléctrico que vivió la ciudad durante los primeros decenios de siglo. El ingeniero Carles Buïgas, a partir de un trabajo con la luz, el agua y el color, consiguió convertir un elemento arquitectónico en un mecanismo para crear esculturas dinámicas y hacer bailar el agua.

Día tras día, la Fuente Mágica consigue convocar a un gran número de personas que no pueden irse de la ciudad sin haber presenciado uno de los espectáculos más bonitos de Barcelona.

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